sábado, 1 de septiembre de 2012

El regreso de los muertos vivos


Lo vi, estaba ahí. Irradiaba un aura especial que me producía un cosquilleo en el estómago. Lo miraba detenidamente y recordaba que la primera vez que nos encontramos yo tenía 26 años. Tenía otra vida, pero sobretodo otro cuerpo. He vivido lindos momentos con él. Hasta que la vida me fue marcando el paso del tiempo. Pero pese a ello, no pude abandonarlo. Lo guarde en un lugar de mi corazón.
Mi amiga  Eli, siempre me dice que tengo que desprenderme de las cosas viejas, del pasado. Si uno lo hace, recibe cosas nuevas y buenas. Pues yo tengo un defecto.¡¡Va uno de mis muchos defectos!!! Me cuesta desprenderme de las cosas que ya cumplieron su momento. Trato de hacerlo, pero sin embargo, sigo teniendo  papeles viejos, recuerdos como servilletas, envoltorios de chocolate, rosas secas, cartitas, etc. Así soy, así fue que no pude desprenderme de él. Es tan lindo, me gusta tanto, que ahí está, sigue dando vuelta en mi aire, en mi vida. Sigo estando enamorada de él, como el primer día.
Lo vi, y me dije: “Si se supone que todos tenemos un muerto en placar, ¿vos estarás vivo o muerto?” Así que tomé coraje y enfrenté la situación. Lentamente me acerqué, lo agarré entre mis manos, viejas imágenes venían a mi mente. No podía dejar de apreciar su apariencia entre lo moderno y lo clásico, esto me hacía dudar. Pero estaba decidida. Cerré los ojos y  empecé a sentir como acariciaba mi piel. Fue un momento mágico. Me sentí la más linda en mi propio reino. Me sentí feliz. Ahí estaba yo. Frente al espejo, con mi pantalón negro. Con el que había mantenido un larguísimo romance y hacía años que no me quedaba bien. Me queda mejor que cuando lo compré a mis 26 años. Estaba en un lugar escondido de mi placar. Lo miraba de vez en cuando. A veces, como hoy, me impulsaba el deseo de ponérmelo y deseaba que me entrara. Pero tuvo sus momentos. Hubo épocas que no me subía por las caderas. Otras, que no me cerraba, y la peor era cuando hacía un esfuerzo sobrehumano para ponérmelo. Me cortaba la circulación de la sangre, después de tirarme en la cama, subir el cierre, quedarme sin aire y mirarme en el espejo, donde yo pasaba ser testigo presencial de como este hermoso pantalón sufría y gritaba a viva voz: “¡¡¡¡ SALVEN A WILLY!!!!” Ver que mis rollos asomaban espantosamente por encima de su cintura, me llenaba de angustia y de horror. Era una imagen digna de una película de terror y quería que en ese momento entrara Fredy para cortarme el cuerpo en dos. Pero hoy todo fue diferente. Hoy me entraron sin ninguna práctica de tortura. Me quedaban pintados.¡¡¡¡ Estaban vivooooossss!!!! Y yo me sentía la mujer más feliz del mundo. No sé hasta cuando me entrara, pero ahora tengo que disfrutar el momento. Por suerte, es un pantalón atemporal, es de los que no pasan de moda, no deja de ser elegante, fino y puede ser eterno. Así que mientras pueda lo usaré hasta que vuelva, otra vez, a sufrir mis cambios corporales. Al fin de cuenta, no es malo tener un muerto en placar.
Las mujeres somos así. Todas tenemos ese instinto masoquista. Nunca me preocupe mucho por el paso del tiempo. Sé que desde los 30 tendría que haber empezado a usar cremas para el rostro y el cuerpo. La verdad es que sólo, de vez en cuando, después de bañarme me paso crema en el cuerpo.  No soy para nada constante y la verdad, es que eso de estar toda embadurnada no me gusta nada. Hace unos años empecé a usar protección solar, porque tampoco me gusta la arena pegada al cuerpo y sentirme una milanesa. Pero un verano en el campo, me hice la piola y termine siendo una llamarada caminando. Ahí tomé conciencia y comencé a protegerme, porque si no, ni siquiera eso.
Tampoco fui constante con la actividad física. Tuve años que hice natación, otros que hice gimnasia, lo último que hice fue pilates. Me encanto. Este año iba a empezar de nuevo pero justo me apareció el problema en el útero, así que tuve que suspender. El año pasado, cuando asomó la primavera, con mi amiga coki empezamos a ir a caminar al velódromo. Eso nos hizo bárbaro. Por suerte, es una de las pocas actividades físicas para las que tengo autorización médica. Así que ni bien empiece el clima lindo, otra vez iremos a tornear el cuerpo.
Pero como toda mujer, tengo esos días que odio mirarme en el espejo. Ver como mi cuerpo sufre las modificaciones inexorables del tiempo. ¡Ojo! No soy de las mujeres que desean y quieren la eterna juventud. Pero si un poco de piedad. También es cierto que  tengo que dejar de hacerme la  pendeja, y empezar a usar cremas. Pero ya veré. Ahora yo estoy feliz. Me entró mi pantalón. El que hacía años que no me entraba. Lo que significa, que estoy más flaca y que todavía la fuerza de gravedad no me alcanzó. Porque si me hubiera entrado, pero el culo lo hubiese tenido por el suelo, tampoco hubiese sido agradable la imagen.
Me alegra no haberme desprendido de él. Confieso que había perdido las esperanzas de volverlo a lucir. Pero ahí lo tenía como una reliquia, como un recordatorio de buenos tiempos.
Sé que a muchos esto que les cuento les puede resultar una tontería, una banalidad. Pero creo que es una manera de reírme de mí, y de mi esencia femenina. Sé que hoy en día hay muchos hombres que se cuidan físicamente más que las mujeres. Sé también que hay mujeres que viven obsesivas  por el cuerpo, por la apariencia. Pero la realidad es que a todos nos gusta vernos bien. Sentir que nos miramos al espejo y nos gustamos a nosotros mismos. Salir a la calle y gustarles a los otros. La autoestima, sabemos que no pasa sólo por la seguridad que tenemos de nosotros mismos, ni de nuestra capacidad intelectual o por lo carismáticos que podemos ser. Pasa por el cómo nos vemos y nos ven.
A ver, díganme si alguno de ustedes no les gusta recibir un piropo, si el que alguien te diga: “¡Qué bien estas hoy!” no te alimenta el espíritu y te levanta el autoestima. Las mujeres sabemos que sí y mucho. Siempre digo lo mismo. Cuando una está en esos días que se va pateando la autoestima, no hay nada mejor que pasar por una obra en construcción. Éste sindicato es el mejor. No sólo levantan edificios, levantan autoestimas. Deberían pagarle doble la jornada. Después de recibir varios piropos, una se enfrenta al espejo, sabiendo que éste le va a decir que la más linda del reino, es una. Aún siendo conscientes, como en mi caso, que el reino que una habita es un minúsculo departamento de un ambiente y medio. ¡Qué más da! Para sentirse una reina no se necesita un gran territorio. Lo importante, es sentirse bien con una misma. Ser consciente que el paso del tiempo es inevitable, llevarlo de la mejor manera posible. Pero sobre todo, no hay que abandonarse, no hay que dejarse estar, no hay que dejar que nos pise el tren. Me encanta esa frase que dice, “antes muerta que sencilla”. No podemos vivir como las actrices de las novelas, que se levantan de la cama, maquilladas, peinadas, oliendo a rosas. No podemos estar todo el día vestidas de fiestas como hace Carrie en la peli Sex and the city 2. Pero si podemos, estar arregladas, cuidadas, vernos bien. No hay que olvidarse que la primera relación amorosa que tenemos en la vida es con uno mismo. ¡Ojo! Tampoco es bueno ser Narciso. Todo en la medida justa. Pero sí es importante, mantener el romance con nuestro cuerpo, con nuestra propia catedral. Las mujeres a veces nos olvidamos de esto. Anteponemos una lista larga y en el último lugar nos ponemos a nosotras. Más todavía las que son madre, trabajan y llevan adelante una familia. Nosotras llevamos en los genes, el ser mujeres orquestas, hacer mil cosas al mismo tiempo. Sé que a los hombres esto que acabo de decir no les guste, pero hasta ahora siempre he visto que los hombres llevan en su ser la fuerza física y las mujeres la fortaleza. Son dos cosas diferentes. Pero es así. No lo digo desde una mirada feminista, porque no lo soy. Siempre creí en la igualdad de los sexos, y reconozco mis limitaciones. También, es cierto que festejé cada progreso acertado del feminismo, pero no compartí otros, sobre todo aquellos en que la mujer perdía su femineidad, su rol de mujer.
Volviendo a la anécdota de hoy. Abrir el placar, sacar esa prenda que hace años que no te entra, probártela y ver que está te queda mejor que cuando la usaste por primera vez. Es un triunfo que sólo las mujeres entendemos. Ya que no podemos pelear contra las arrugas, sólo podemos demorarlas y las que no tienen miedo al quirófano, incluso estirarlas, al menos si podemos ganar otras batallas corporales. Con mucho sacrificio se puede vencer a la balanza. Cuando lo logramos, el mundo nos sonríe. ¡Ojo! También es cierto, que cuando estamos a dieta, tenemos un humor de mierda, estás irritable. Siempre que estuve a dieta y ni yo me aguantaba, me daba algún permiso. Pero reconozco que cuando tengo amigas en plena lucha alimentaria, están super sensibles. También me ha pasado en salir a comprar ropa con alguna de ellas y ver como se dejo estar. Ahí con todo el dolor de mi alma, sólo me salió preguntarle ¿por qué? Y ahí me dí cuenta que a veces, ponernos muchas capas de ropas no es sólo tapar nuestro cuerpo sino tapar nuestra alma, nuestro corazón. Entonces, empezamos a mirar el espejo, del pecho hacia arriba e incluso, llegamos a evitarlos. Pero ahí, se sabe que no importa la apariencia o cuantos kilos de más se tienen, ahí importa descubrir que nos pone tristes, que no queremos ver, que nos duele y estamos evitando. Una puede tener kilos de más y estar feliz, eso es lo que importa, el estar bien con uno mismo.
Si me preguntan por qué hoy con mis pantalones me sentí feliz. Les respondo que por un lado, como solía decirme un amigo mío, porque todavía no tengo la fecha de vencimiento puesta en la frente. Por otro, porque después de la operación, no reconocía a mi cuerpo, me ví hinchada, deformada, mi panza era un flan y encima parecía que no había albergado a un tumor, sino a un regimiento. Con lo cual, que este pantalón me entrará, significo un nuevo triunfo, todavía no puedo ganarle a esta herida que tengo que no cierra. Pero al menos, si pude recuperar mi envase, mi catedral. Motivo por el cual, celebro con total felicidad. Porque en mi caso fue al revés, venía depre y al verme con él pantalón fue una inyección al ánimo. Fue en doble sentido, el regreso de los muertos vivos.
Lola.
P:D: Agradezco al lector que en la historia anterior me dejo un comentario. Me encantó la frase. Así que si me da permiso la voy a usar en una futura historia.

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