Parece que se nos adelanto el invierno en
Baires. El otoño tuvo unas lindas temperaturas, pero de golpe nos
invadió la ola de frío, las mañanas de neblina, el cielo gris, las lluvias. En
medio de este clima oscuro, yo vengo a cumplir 39 años. Me parece increíble. No
caigo en la cuenta de la edad que tengo. No me pasa por coquetería. Realmente
siento que mi fecha de cumpleaños y yo estamos desparejas. Pero la realidad
nunca engaña, siempre nos arroja la verdad en la cara. Así que me hago cargo.
¡¡¡Si, tengo 39, soltera, sin hijos ni marido!!! ¿y qué?
La vida me llevó por distintos caminos, que no se parecen en nada a los que
soñaba cuando era chica. Mi realidad es tan, pero tan diferente con la que
alguna vez fantasee. Sin darme cuenta, el tiempo pasa como la brisa acariciando
a las flores. Entonces hoy me enfrento a lo que no hice, a lo que no soy, a lo
que deje pasar. No quiero culparme ni sentirme mal por estas cosas. Por algo
las cosas se dieron así. Pero me doy cuenta, que el ser humano, tiene esa cuota
de masoquismo para engancharse con lo que falta, con la mitad del vaso vacío.
Hoy, yo elijo no engancharme con esto.
Hace aproximadamente unos 20 días recibí una noticia. Una de esas noticias
que te caen como un balde de agua helada, en plena nevada y una desnuda, recibiendo
el baldazo. Todo empezó con unos dolores en el vientre, que pensé que eran menstruales.
Hasta que estos se prolongaron más de lo normal. Fui al médico, me hicieron una
serie de estudios. No voy a contar esta parte tediosa de la historia, pero sí
el diagnóstico, dentro de mi útero había un aliens de 10 cm de diámetro. Lo que
significo que el doc cuidadosamente, me digiera que lo más probable era que me
sacaran el útero. Había una remotísima esperanza de que esto no sucediera. Pero
no quise agarrarme a ella. Sólo me dije: “¡Qué sea lo que Dios quiera!”
Ese día llegué a la soledad de mi casa. Todavía no caía frente a esas
palabras. Me senté en la cama y lloré un buen rato. Es inevitable pensar que el
útero significa VIDA, esa conexión con nuestra existencia, el refugio materno
que nos alberga, lo que nos hace experimentar a las mujeres el maravilloso
poder de engendrar una vida y traerla al mundo.
Es nuestra conexión con la tierra, como dice Bajtín. Yo estaba ante esta perdida, ante la
certeza absoluta de que nunca pase lo que pase, haga lo que haga, podré
engendrar una vida en mis entrañas y vivir esas maravillosas 9 lunas que
ensanchan la cintura. Le estaba diciendo adiós, a esa fantasía. Duele, genera
mucha tristeza, es una experiencia muy rara como me sentí, y como me siento
aún. Ahí estaba, llorando sobre mi cama. No sé si lloré lo suficiente, no sé si
en algún momento voy a seguir llorando. Lo cierto es que me sequé las lágrimas,
me paré frente al espejo y me dije: “no más lágrimas, no me voy a enganchar con
lo que no seré, con lo que no voy a tener más. No me voy a culpar, ni me voy a
recriminar nada, absolutamente nada. Esto es lo que me pasa. Lo acepto. Me aferro a
mi buen humor, a mi sonrisa y a mirar para adelante. El viento seguramente me
va a susurrar en el oído que pasos dar. Podré seguir caminando, siempre y
cuando yo esté bien, no sólo de salud, sino también anímicamente”.
Ya me operaron. Fue doloroso el despertar. Tuve algunas complicaciones
extras. Estoy recuperándome de a poco. En estos días, se me han escapado
algunas lágrimas, no les voy a mentir. Pero sobre todo, porque no soporto el
dolor, porque en un momento tuve miedo de que me metieran otra vez en el
quirófano. Pero no lloré más por lo que se fue. Todos los que me quieren sé que
están preocupados por mi estado de ánimo. Todos se preguntan de alguna manera
que estaré sintiendo. Es tan difícil de explicar. No hay palabras. Pero sí
puedo decir algo, no miro el vaso vacío, me quedo con el vaso lleno. Me digo,
todos los días cuando me levantó: “Esto también pasará”.
Todo esto que estoy pasando me sirve para replantearme muchas cosas, para
reencontrarme con mi esencia, para valorar muchísimo los afectos, la familia,
los amigos, para replantear prioridades en la vida. Me deja la certeza de lo
efímera que es ésta. De que el tiempo se nos pasa volando y cuántas veces nos
enganchamos con aquello que nos duele, con lo que no tenemos, con gente que
mantenemos al lado sabiendo que no nos sirven, con esas falsas ilusiones porque
una historia de amor funcione y malgastamos nuestro tiempo; con el pasado, cada
uno sabe a qué se aferra.
Gracias a mi último terapeuta,
aprendí a soltar muchas amarras, y a encontrar herramientas para poder
enfrentarme a cosas como las que me enfrento hoy, a no dejar que la angustia me
invada y me anule. También repito cosas fallidas y tengo cosas de las cuales tengo que soltarme. Pero
no me arrepiento de ellas.
Siempre dije, que a los cuarenta, tuviera o no un hombre en mi vida iba a
ser madre. Hoy lo sigo sosteniendo. Lo seré de otra forma si realmente siento
el deseo de serlo. Hoy sé, que no sirve
dejar las cosas para después, ni esperar el momento indicado para que ocurran,
ni analizar tanto las cosas. Siempre fui camicace, y atolondrada, pero sobre
todo espontánea. Cuando quise hacer algo lo hice. Por suerte esto, se afirma en
mí.
Mientras tanto, veo como crece lentamente este espacio, que es mi hija
natural y lo disfruto. Como otros hijos naturales que los acuno en un cajón,
donde guardo cuadernos con historia escritas de puño y letra.
Ya que no pude tener festejo de cumpleaños, los invito imaginariamente a
que ustedes y yo levantemos una copa y brindemos, para festejar mis 39 pirulos,
mis hijos naturales, celebremos la vida y despidamos con una sonrisa, al útero
perdido.
Lola.
P.D.: Quiero decirles UN GRACIAS CON MAYÚSCULAS, a mis viejos, que me
acompañan, me aguantan, me contienen y están al pie del cañón. A mi hermana que
desde la distancia me llamó todos los días, como así también a mi hermano. A
mis Tíos y primos. A mis amigos que están al pie del cañón. A mi Tía del
corazón, Alicia. A mi peque querido. A mi médico Rubén por soportarme y a esas personas que me
cuidaron con tanto cariño y alegremente, espero no volver a ver, que fueron las
enfermeras Stefanía, Mirían, Susana y a la enfermera de los fines de semana del
turno noche, que sólo vi un finde pero fue super amorosa conmigo.
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