Estos días me anduvieron
persiguiendo una serie de pensamientos. ¿Cómo si ya no tuviera bastante con
todas mis cosas como para andar pensando chorradas? Pero fue y es así.
El sábado a la noche estaba muerta. Durante la semana lo único que
deseaba con toda mi alma era que llegara el finde para estar en mi casa, y
reducir mi mundo a mi cama. Taparme hasta el cuello, el termo y el mate al
lado, mis papeles para trabajar, y sumergirme en un bagaje impresionante de
películas. Así fue como me encontré mirando, por milésima vez “El espejo tiene
dos caras”. Hay una escena que me resulta sumamente maravillosa, y es cuando
Barbra Streisand está dando clases en el aula magna de la universidad de
Columbia y habla de los arquetipos femeninos, “en que nunca nos contaron como
la cenicienta volvió loco al príncipe con su obsesión de limpiar el castillo, porque
echaba de menos a su aspiradora”… “nadie nos cuenta que sucede después”. Es
cierto. Nadie nos contó que ocurre después. Eso sí, todo cuento tradicional que
hubo dando vueltas por ahí, los Hermanos Grimm, Charles Perrault, etc., etc.,
nos han quemado a nosotras, bastante la cabeza. Pese a que a esta altura de la
vida, sobretodo las que ya pasamos los 30 pirulos, sabemos que el príncipe azul no existe, no
dejamos de haber sido de esa clase de mujeres que crecimos bajo el lema de armarse
un hombre ideal. Es más, cuando los cuento de hadas, nos resultaron sumamente infantiles,
apareció Quino, y ¡¡¡¡Zaaassss!!! Nos trajo a Susanita, la representación
moderna y actualizada, de las princesas que querían ser rescatadas por sus
hombres. Y fue justamente, con ella, que terminaron de criarnos. Por suerte,
también apareció Mafalda. Pero bueno, todas de alguna manera, unas más, otras
menos, tenemos una Susanita dentro, y quisiéramos encontrar ese hombre que
responda a nuestro imaginario, o al menos se acerque.
Lo cierto es que crecimos leyendo
que las malvadas envidiaban a las buenas y bonitas, y le hacían padecer cuanta
maldad se les ocurrieran, desde la rueca con la aguja envenenada para caer en
un sueño eterno, morder la manzana, que vaya a parar a la panza del lobo, o que
una bestia la secuestre o que tenga que besar a un sapo. Si se lo ponen a pensar,
como yo en este caso, quién no tuvo un bestia que mejor perderlo que
encontrarlo, quién no ha tenido un chico lindo, bonito, esos salidos de
catálogo de modelos pero cuando sentíamos que nos rescataba, preferíamos
morirnos envenenadas porque no teníamos de qué hablar, o él tenía tres o cuatro
temas, y ampliar su espectro temático, era entran en profundidades y nos miraba
como diciendo, “¡y ésta de qué habla, se hace la intelectual!” y seguramente,
más de una vez, quien menos nos gustaba, nos ha hecho reír, nos ha regalado la
mejor noche de nuestras vidas, y al besarlo, sentir que hemos encontrado a un
ser humano hermoso, pero éste, justamente éste nos ha dado una linda patada en
el culo. Lo cierto es que todas estas historias nos han jodido la vida, y nos
la siguen jodiendo de alguna forma. Porque
cuando terminamos una relación sentimos que algo nos han roto, o cuando por el afán de intentar tener una
linda historia de amor esforzamos las cosas, y en realidad, sabemos
perfectamente, que no va a funcionar, o cuando sufrimos por un amor no
correspondido, el corazón nos queda partido. Entonces comenzamos a sentir un
montón de cosas juntas, que ordenarlas y clasificarlas con etiquetas para
guardarlas en un archivo se nos hace sumamente complicado. Porque a veces
sentimos que fracasamos, otras no entendemos que capítulo de la historia nos
perdimos porque no sabemos cómo llegamos a estar en medio de la nada, otras es
el dolor que produce la confirmación de que nos equivocamos, más el sufrimiento
de la perdida, pero sobre todo, creo yo, desde mi humilde opinión, que hay un
dolor que va más allá de si nos dejaron o dejamos, o de sentir una gran
tristeza por lo que no fue. Creo que el dolor que por ahí nos atraviesa como
una lanza, aunque sea momentánea, es sentir que perdimos nuestra historia,
nuestro cuento, darnos cuenta que ese
hombre que en su momento parecía el príncipe que nos rescataba, se transforma simplemente en un hombre común y corriente al
que se le fue todo encanto o hechizo, y desaparece. Junto con él, se van muchas
cosas que se simplifican en la frase, “… Y vivieron felices y comieron
perdices”. Entonces nos encontramos
frente a la cruda realidad, de que en algún lugar, se nos siembra el
interrogante, de si alguna vez, nuestro cuento, ese que soñamos desde chicas, ese
que se nos instaló como un chips en la cabeza de que tenemos que casarnos,
tener hijos, formar una familia, se irá a cumplir. Las que ni siquiera lo
concretamos todavía, tal vez nos preguntamos, cuántas materias nos faltan para
recibirnos de princesas y nos rescate el príncipe. Porque lo que va de la vida,
vivimos dando examen, y al menos a mí, me han dicho, “no entiendo cómo estás
sola, sos inteligente, bonita, una mina muy piola, con mucha onda y sentido del
humor, independiente, etc., etc. etc…” Sin embargo, pese a todo eso, parece que
todavía no me recibo, y la carrera sigue siendo larga porque nadie me dice
cuantas materias me faltan por cursar. Por otro lado, hace rato que curso sin
darme cuenta, como sin quererlo porque no es una carrera que pueda abandonarse.
Por eso es importante, que tengamos en claro, que no todas nacimos para ser
princesas, protagonistas de esas lindas historias de amor. Tal vez nos toca,
contar otro tipo de historia, como ésta que habla de las mujeres que están solas,
que luchan todos los días de su vida, y que van construyendo otro tipo de
cuento, en el que le vamos poniendo distintos encantos y entretenimientos, con
la esperanza de que tal vez algún día nos llegue el hombre que comparta nuestra
vida, porque ya no le toca rescatarnos de nada. Pero si éste no aparece,
tampoco nos convertimos en las malvadas, en las resentidas con la vida, sino
que buscamos la forma de ser felices, sintiéndonos bien con nosotras mismas y
no sintiendo que todo lo que vivimos no vale la pena, porque el hechizo se rompió a las 12 de la noche. También
es cierto, que hay otra realidad, a las que les digo con una mano en corazón y
sin juzgar a nadie, que no me gustaría vivir. Pero hay quienes que con tal de
tener el cuento de hadas, de tener una historia de amor, cada noche cuando se
van a dormir, sienten el deseo de no estar ahí, o sienten que están durmiendo
con el enemigo, que ese hombre que tienen al lado es muy buen tipo, lo quieren
mucho tanto que se acostumbraron a él, pero no lo aman, porque cuando están
solas piensan en ese otro que en algún momento de sus vidas conocieron, se
enamoraron perdidamente y no pudo ser, o lo que es peor, les vendieron fantasías de colores, las
creyeron, y todavía esperan que se cumplan. Cuando sabemos que si esa historia
no fue, es porque tuvo una causa, la fundamental, es asumir que a ese hombre no
le interesamos, si esto no hubiera sido así la historia hubiera sido otra. ¿No
les parece?
Volviendo a como los cuentos nos
han quemado la cabeza, a eso que no nos contaron. Pienso, hubiera sido
buenísimo que me contarán como Blanca Nieves envejeció al lado de ese príncipe,
si cayó en la monotonía del matrimonio, o si descubrió que su marido le metía
los cuernos con una de las damas de la corte, o si él se paseaba por el palacio
haciéndose el metro sexual y relataba sus aventuras amorosas, o si se escapaba
a un prostíbulo mientras Blanca Nieve estaba despierta porque uno de sus hijos
tenía fiebre, o porque estaba teniendo sexo con el mayordomo. Nadie nos contó
el después, los únicos después reales que existen son los nuestros.
Por otro lado, no se dieron
cuenta que no existen cuentos tradicionales, en el que protagonista sea un
hombre y sea éste el que tiene que ser recatado por la princesa. No los hay, me
encargué de leer muchos relatos, con final o sin final feliz, las mujeres son
las que padecemos todo tipo de calamidades y las que necesitamos ser rescatada
por un hombre. Es más, si le dan una hojeada a los mitos griegos, Zeus era un
mujeriego empedernido, le metió los cuernos a Hera hasta hartarse, y pese que
ella se vengaba furiosamente con las amantes de su marido, la historia no fue
al revés. Pero, sabemos, y tal vez lo hemos vivido, que las mujeres también
hemos rescatado a más de un hombre. Sin
embargo esto no se cuenta, no fue tan interesante para la literatura. Ahora que
bueno hubiese sido que a los hombres le hubieran quemado la cabeza con cuentos
como estos. Mejor dicho, me hubiese gustado que coexistan los dos tipos de
cuentos. Tal vez nuestras realidades fueran otras. No lo sabemos. Lo bueno es
que hace poco compre un libro que se llama “Los Caballeros de la Rama” de
Marcelo Birmajer. ¿Y a qué no saben que encontré?, él escribió, algunos después…
y están buenísimo. Cuenta qué pasó con la verdadera historia de la cenicienta,
de la Bella y la bestia, etc. Cuando los leía, me tente tanto de risa y me dio
tanta alegría saber que hay alguien a
quien se le ocurrió contarnos el después. Esto me dejo tranquila, porque ya le leí
un millón de veces a mi sobrina historias de princesas, ahora voy a poder
leerles los después, así no le queman la cabeza y crece con los pies bien en la
tierra.
Mafalda, hubo una sola, y nos
llegó tarde. Lástima, porque si Blanca nieves hubiese tenido el espíritu de
ella, tal vez hubiese comandado una revolución con los enanos, para enfrentarse
al poder dominante de la malvada madrastra; o al aparecerse ésta disfrazada de
vieja vendiéndole la manzana, seguramente le hubiese preguntado por el poder
capitalista, en vez de aceptarla sin cuestionar absolutamente nada. Jajajaja,
me río al escribirlo, porque hubiese estado buenísimo. ¡Ojo! Con esto no quiero
decir que tenían que dejar al hombre de lado, y que las princesas no tenían que
vivir historias de amor. Simplemente pienso, que eso hubiese ayudado a que nosotras
construyamos otro ideal de hombre, o armar otro tipo de historia, que nos
permita vivir de otra manera. Sin tanto final trágico, sin tanto dolor, cuando
una historia se termina o no se dá. Sin ese peso espantoso, de que las solteras
nos quedamos para vestir santos.
Yo ya estoy en una edad, en la que a este ritmo, me voy a convertir en
la nueva diseñadora de alta costura de los cielos. Sí me toca esto, le digo a
los santos, por qué no hacemos al revés, ya laburo mucho como para ponerme a
coser, y lo que menos quiero, es pasar a convertirme en la costurerita que dio
el mal paso. Así que cambiemos los lugares, que sean ellos los que renueven mi vestuario. Yo si quieren les armo una larga
lista de todos los diseñadores, vestidos, zapatos, carteras que me gustan y no
me da el cuero para comprarme. Al menos, podría jugar una a mi favor. Así que
mientras sigo soltera, santos queridos
les comunico, que ya salieron las nuevas colecciones primavera- verano
2012.
Lola
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