miércoles, 28 de septiembre de 2011

No era día para encontrarte


Mañana fresca. Cielo azul sin una nube. El sol bañaba la ciudad y era como un abrazo tibio que me envolvía. El día anunciaba que pronto llegará la primavera. Todo parecía proclamar alegría por todos lados. De hecho, este tiempo a mi me levanta el ánimo y me llena de energía. Pero hoy no.
Hacía más de dos semanas que venía nadando en una tempestad de sentimientos, la cual me chocaba frente sensaciones opuestas. Ahí estaba, con mi corazón revuelto.
A las ocho de la mañana tenía que estar en la casa de mis viejos. Después de mucho tiempo íbamos a desayunar todos juntos. El motivo que nos reunía era despedir a mi hermana que partía al sur. Se va a vivir a un pequeño pueblo de la Patagonia Argentina, hacer patria, a buscar su lugar en el mundo. Así que todos estábamos con ese sentimiento, mezcla de alegría y tristeza, que generan las despedidas. A cada uno el acontecimiento nos pegaba de manera diferente. A mí a cuestionarme toda mi vida.
Fuimos a Aeroparque, deseando que el tiempo transcurriera lentamente, pero el momento llegó, ya no se podía prolongar más. Nos dimos un abrazo enorme, lleno de amor y lágrimas. La ví partir y me era inevitable sentir que una parte de mi corazón se iba con ella.
Mientras caminábamos de regreso, miraba por esos enormes ventanales. El sol bañaba al río, a nosotros que andábamos lentamente. Yo iba con mis anteojos puestos para que la gente no me viera llorar. No podía dejar de hacerlo. No podía dejar de sentirme triste, pero tampoco podía dejar de conmoverme por esa imagen que había frente a mis ojos. Observaba el paisaje teniendo la certeza, de que esta imagen, es una de esas imágenes que quedan impresas para siempre en la memoria y en el corazón.
Con esas sensaciones mi madre propuso que vayamos almorzar. Así que fuimos a caminar por Puerto Madero. No sé si a ustedes les ocurre lo mismo que a mí. Pero cada vez que vuelvo a un lugar en el que viví algo importante, me invaden los sentimientos, los recuerdos, las imágenes que experimente en ese momento. Me encontraba, sin quererlo, con la primera sorpresa del destino. Con mi familia nos bajamos del taxi, en un lugar especial para mí, no sé si fue porque yo estaba triste y con mis ojos llenos de lágrimas, pero fue estar parada ahí para sentir que viajaba a mi pasado, y me veía frente a la puerta de ese edificio, con mis ojos también llenos  de lágrimas, diciéndole adiós a un gran amor. No tenía ganas de llenarme de nostalgia. Me rehusaba a revivir aquellos recuerdos, aquellos sentimientos. Ya me sentía triste como para seguir hundiéndome en ese estado y encima llenarme de melancolía. Pero tampoco puede hacer nada para impedir las preguntas que surgieron en mi mente. ¿Cómo sería este momento que estoy viviendo si él estuviera a mi lado? ¿Por qué la vida, el destino no quiso que estuviéramos juntos? No tenía sentido hacerme este interrogatorio, ya hace once años que estuve aquí parada, ya hace once años que cada uno siguió su camino.
Después de pasear un rato, de almorzar, estaba sentada en un banco hablando con mis viejos y mi hermano, cuando el destino jugó su mejor carta en la segunda jugada. Él apareció, en ese momento, en ese instante. No era una imaginación mía, ni una alucinación provocada por mi vulnerabilidad. Mis viejos se pusieron contentos de verlo. Mi hermano también, y yo, me quedé simplemente paralizada. Hacía aproximadamente cinco años que no lo veía. Es màs aquella vez, todavía sentía que la herida no estaba cerrada por completo. Esta vez no fue así. La sorpresa que me invadió fue tan grande, que no sé qué sentí. Pero sí tengo la certeza de que no sentía dolor, ni bronca, ni enojo, sino todo lo contrario. Me resultaba agradable verlo y también extraño. Me parecía tan lejano, como si no hubiera compartido cinco años de mi vida con èl. Lo miré poco. No pude sostener la mirada. Lo desconocía. Estaba tan lindo, tan hombre, tan otro. Pero yo también soy otra, no soy la misma. Ahí estábamos, como dos extraños, aunque en el aire algo raro pasaba. No sé qué, pero se respiraba. Lo poco que el impacto me dejo escuchar de lo que él decía, hizo que yo pensara: “Hoy no es día para encontrarte. Hoy estoy muy vulnerable. Hoy no puedo dejar de sentir que estoy perdiendo una vida cotidiana con mi hermana, como para recordar la vida que perdí con vos. Hoy no quiero sentir esa duda que me interroga, ¿cómo sería si hoy estuviéramos juntos?¿Hoy me darías esos abrazos que me dabas cuando estaba mal, me llenarías de besos y me harías reír como lo hacíamos? Es claro, hoy no era un día para verte.”
Llegué a mi casa, y no sé por qué busque fotos del pasado, de aquellos tiempos que compartí con él. Me sentí bien y me invadió un enorme deseo de decirle lo que llevó guardado desde hace muchos años en mi corazón. Así que para sacarlo de mí y dejar volar esos sentimientos se lo escribo, y por este espacio le digo:
“Quiero que sepas que cada día que compartí con vos te ame con todo mi corazón, que fui feliz, muy feliz. Me enseñaste lo que es tener un amor sano y puro. Te pido perdón por mis errores, por si te lastimé, nunca tuve la intención de hacerlo. Pero reconozco que en ese momento no sabía qué hacer con todo lo que sentía, un mundo, mi mundo se derrumbaba ante mí y yo no podía hacer nada para evitarlo. Los dos nos equivocamos y asumo mis errores. Los dos nos herimos. Pero siento que nada empañó lo que yo viví con vos. Hoy miró atrás y agradezco al destino haber compartido un tramo de tu vida y que vos hayas estado en la mía. Cada día que estuve a tu lado, sólo quise hacerte feliz y hacerte sentir que te daba mi corazón.
¡Gracias por todo lo vivido! Hoy pese que al mirarte, sentí que nuestra historia estaba tan lejos, que nuestras miradas no se reconocían. Pese a todo esto, puedo decirte, que sos alguien muy importante en mi vida, que te recuerdo con mucho cariño y que hasta el momento sos mi mejor historia de amor. Siempre te recordaré con ternura y un amor especial.
Te debía estas palabras. Decirte lo que siento y saldar esta cuenta con el destino. ¡Ojalà esto llegué hasta vos y lo leas! ¡Ojalá me creas y puedas sentir que te estoy hablando con el corazón abierto, sin rodeos y mi sinceridad en las manos.”
Guardé las fotos, me puse a escribir este relato y a escuchar El Barrio. El sol ya se había ido. La noche inundaba la ciudad. Me siento muy vulnerable. Sigo sosteniendo que hoy no era día para encontrarlo.
Hoy la soledad se me hace pesada y quisiera tener a alguien que me abrace fuerte, me haga sentir que esos brazos son mi mejor refugio y que esta tristeza pasará pronto.
Lola


P.D: Le dejo de regalo este tema del Barrio. Uno de mis preferidos. Creo que es el que mejor representa aquel día, cuando nos dijimos adiós.

No hay comentarios:

Publicar un comentario