lunes, 10 de mayo de 2010

"Hoy soy una mujer que me doy cuenta de mi alma"*

Viernes a la noche. Llegué a casa arrastrando los pies, la cartera, el cuerpo. Mientras introducía la llave en la cerradura sólo podía visualizar mi cama. Estaba decidida a ponerme el pijama, tomar mate y cenar la tarta que hacía dos días que había cocinado, y por lo tanto, la seguía comiendo hasta que se termine. No es cuestión de tirar la comida. Y así fue. Entré, lo primero que hice fue descalzarme, cambiarme, sacarme el peso de la semana del cuerpo y prepararme la bandeja para ir a la cama.
Luz tenue, la tele prendida, lista para verme una película mientras ceno. Cuando ya estaba lista, sonó el teléfono. Al atender me quedé suspendida en el aire. Su voz, hacia cuatro meses que no la escuchaba. Había logrado dejarla en algún lugar de mi memoria, en ese sitio exacto donde no molesta, no duele, no genera angustia. Ya había pasado por todo eso y había dicho basta. Había  tratado de entender todos los matices, todas las aristas y vértices. Todo para llegar a la conclusión de que NO PUEDO SER TAN BOLUDA.
Ahí estaba, con su voz alegre preguntándome que era de mi vida, y todo tipo de trivialidades, cuando en el fondo él y yo sabíamos perfectamente para qué llamaba.
Cuando me tocó a mí el turno de interrogar, me di cuenta de que todo estaba en el mismo lugar, que nada había cambiado y que su quilombo trascendental de la cabeza era aún peor. Ya había hecho esfuerzos por entender, pero no quería hacerlo más, no me correspondía. Durante siete meses fui su psicóloga, su amiga, pero sobretodas las cosas, y fui hasta que no tuvo más alternativas que blanquearme la situación, su amante. (No estaba, ni está casado, pero bueno tiene una relación). En el preciso instante que se vio acorralado, confesó. Yo...sentí como un puñal filoso se introducía dentro de mi, despacito, se tomaba todo el tiempo del mundo para que eso doliera con toda la furia del universo. Pero ¿saben una cosa? En ese momento, con las cartas sobre la mesa, con la verdad de frente, pese a sentirme mal porque me habían mentido descaradamente, él me dio lastima. Porque yo me puedo mandar mil cagadas seguidas, pero jamás voy a jugar con los sentimientos de las personas. Por otro lado, como la típica obsesiva que soy, cuando estoy mal y me encuentro en ese momento culmine, en el que ni yo me aguanto, me empieza agarrar la desesperación por querer estar bien. Ahí es donde meto la pata, ¡¡¡y cómooo!!! Pero bueno, aprendí después de muchas errores cometidos, que todo tiene su tiempo y su curso. Que cuando uno tiene la decisión de estar bien, las cosas se van acomodando de a poco, sin presionarlas, sin apurarlas y el bienestar llega. NO es fácil y el proceso duele. Lo importante es sentir ese deseo de querer salir del abismo y hacer todo lo que puedas para empezar de nuevo, sintiéndote bien. Pues él, al que conocí ya algo confundido, estaba peor. Lo peor es que conoce perfectamente lo que le pasa, lo que está mal en su vida, lo que tiene que modificar, pero no quiere pagar costos, tiene miedo de atravesar el duelo, por lo tanto, sigue regodéandose de una situación en la que no es feliz. Esto se agrava, cuando por alguna circunstancia es feliz, ahí se llena de culpa. Entonces, se autoboicotea, se aleja, se esconde, se paraliza. Esto que les digo, es verdad, no es una simple apreciación mía, este fue mi eterno tema de conversación con él, porque afirmaba y afirma que es así. En todo el enredo de su cabeza, no había lugar para mí.
Al principio me jugué, creí en que podía apostar a tener una historia pero reconozco que jugué mal, o mejor dicho, que no supe jugar este juego. Porque no pude darme cuenta que sus ganas de verme a mi, significaba huir de otro LADO, porque sin querer le estaba haciendo la vida cómoda y no lo enfrentaba a una encrucijada; porque sin saberlo era cómplice de su falta de huevos para tomar decisiones. Esto, como todo, al principio no lo sabía. Él había contado otra historia. Supuestamente cuando aparecí en su vida, él estaba solo. Después empezas hablar, a profundizar y comenzas a descubrir que hay determinadas cosas que no te cierran. Hasta que un día por una boludez, se destapa la olla, y la verdad florece como ese brote de la germinación que hacíamos con el poroto y el papel secante en la escuela. Está ahí, la ves, ya no se puede ocultar más.
Como pude me fui corriendo de la escena. Si esta historia seguía bajo esos términos sabía que iba a salir lastimada y no quería. En el tiempo que estuvimos juntos yo la pase bárbaro, lo disfrute a pleno. Me encantó sentir que algo dentro de mí estaba vivo, pude sin saber cómo, bajar esa puta armadura que me había construido durante años y mantenía a mi corazón en un freezer. Me había dado permiso para intentar, para creer de nuevo en alguien. Me salió mal. Pero no me arrepiento. Después de muchos años me había sentido viva de nuevo.
Yo lo escuchaba hablar, y juro que me sentía bien, que no tenía angustia y que no experimentaba ningún sentimiento negativo. Lo quiero mucho, es verdad, y quiero que este bien y sea feliz. Puedo desearle esto, pero quien tiene que quererlo y trabajar en eso es él. En un momento de la charla me dice: "- Te admiro, siempre estás pilas, de buen humor, con una sonrisa. Desde la primera vez que te vi siempre estuviste con muy buena onda, siempre positiva, con una fortaleza de la puta madre. Hasta cuando pasó lo que pasó. Te pusiste mal pero seguías serena, tus ojos seguían brillando...no sé como explicarte. Pero vos y tu casa seguían transmitiendo tranquilidad, bienestar. Pudiste putiarme, echarme a la mierda, hacerme un quilombo terrible y no lo hiciste. Tengo esa imagen tuya grabada en mi cabeza, estabas parada en la puerta de la cocina, con el mate entre tus manos y con una paz inexplicable me dijiste que si iba a desaparecer tenga el coraje de despedirme de vos, que era lo único que vos ibas a pedirme, y agregaste que no podías entender como yo me negaba a estar bien y hacer feliz. Cosa que hasta el día de hoy me lo sigo cuestionando".
Hice silencio. No respondí a eso. Ya había hablado mucho durante siete meses. A mi me tocaba callar. Aunque confieso, que mientras lo escuchaba decirme esto, yo viajaba en el pasado y recordé una de las causas del porqué me había construido esa coraza. Fue, la experiencia más tristes de mi vida. Y fue cuando sentí realmente lo que es estar sola, o mejor dicho, sentir la peor soledad de todas. Es esa soledad, a la que Mario Benedetti supo describir tan bien : "Una soledad tan concurrida/ tan llena de nostalgias / y de rostros de vos..." " ...Y es una soledad/ tan desolada..." ¡Sí! La peor de todas, la que hace que extrañes al ser que está a tu lado. Esa soledad que sentís  cuando lo miras a los ojos y no te encontras, porque no se reconocen. La que te hace sentir que un beso es hielo que te quema la piel. Mientras recordaba esto, lo escuchaba a él y me observaba en ese preciso instante. Estaba recostada en la cama, la bandeja con el mate y la tarta, los controles remotos para ver la peli, el cenicero y los cigarrillos... Y su voz como esa música de fondo que se va perdiendo. No me sentí sola, me sentía bien, como hacía muchos años que no experimentaba una sensación así. ¿Quién de los dos está más solo, él o yo? Sabía que estaba esperando que le diga que venga a tomar unos mates conmigo. Lo conozco y se moría de ganas que se lo digiera. Estuve tentada de hacerlo. El pecado me llamaba, sentir sus besos, sus caricias, hacer el amor con él. Pero está vez, milagrosamente, mi boca se cerró. Tenía una cena que me esperaba, una película por mirar y las ganas de que la cama sea toda para mí. Disfrutaba de esa soledad. Sabía que no quería experimentar la sensación de vacío que él me iba a dejar. Quería quedarme con lo mejor de lo vivido. Con la certeza de que algo en mi se había modificado, con la confirmación de que si alguien aparece en mi vida, ya no tengo esa caparazón de hierro puesta y puedo abrir mi corazón. Puedo correr el riesgo que lo lastimen nuevamente, pero pase lo que pase, ahora sé que no soy un alma errante que anda por la tierra, soy una mujer que se siente VIVA. Como dice Bebe: ."... HOY SOY UNA MUJER QUE ME DOY CUENTA DE MI ALMA Y QUE EL MIEDO SE PUEDE ROMPER CON SOLO PORTAZO"

LOLA

Ahí va un regalito, "Ella" de Bebe...para todas las mujeres, y para todos los hombres, porque estas sensaciones, estos sentimientos no tienen cuestión de género...





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